La semana pasada tuve oportunidad de pasar día y medio en El Cairo.
Una ciudad indómita y vivaz de 16 millones de habitantes, la mayor del mundo árabe y de todo África. Fue curioso sumergirse en sus entrañas en la parte trasera de un taxi destartalado, respirar su polución, detenerse en sus pitidos, en su tráfico inverosímil y en los contrastes de sus barrios. Fue increíble perderse durante horas y hasta bien avanzada la noche en el mercado Khan El Khalili, inmenso y laberíntico bazar repleto de comercios y talleres centenarios, intercambiar algunas palabras con sus gentes o tomarse un té en el famoso café El-Fishawi o café de los espejos.
Tampoco faltó la visita de rigor a las pirámides. Y es aquí donde me detengo para descubrir lo que al turista se escapa, casi obligadamente, “gracias” al telón que se impone a veces para separar lo real de lo visitable en los países pobres.
Las pirámides, llegando desde la ciudad, se encuentran casi en medio de un tumulto de carreteras y edificios. Una vez dentro del recinto, se respeta (supongo) su concepción original y uno se encuentra aislado del trajín. De hecho hay puntos desde los que la ciudad ni siquiera se ve, y se tiene la sensación de encontrarse de pronto en un desierto coronado por esas maravillas de piedra.
Pero las pirámides son un recinto amurallado. Desde su puerta principal (con entrada a la gran pirámide) hasta su puerta trasera (con entrada a la esfinge), se levanta una pared de hormigón y alambre, de construcción similar al muro de Cisjordania. Aunque no es tan largo, tan alto ni tan sólido como aquel, es también una frontera, una cicatriz, una brecha entre lo propio y lo ajeno. Y es posible recorrerlo si uno se empeña en salirse del circuito habitual para turistas.
Es una pared que no existía y que ahora ahoga la vista de quienes allí viven, a los pies de Keops, Kefrén y Mikerinos desde hace décadas, en sus chabolas y cabañas destartaladas, entre basura, animales sueltos y niños que juegan en cada esquina. Allí malviven los que durante el día pululan la ciudad en busca de unas libras para subsistir, allí se encuentran los carros o los caballos famélicos que se ofrecen a los turistas para recorrer unos metros bajo el sol del desierto a cambio de un precio ínfimo, siempre negociable a la baja.
Allí no están acostumbrados a que el turista pase por la puerta de su casa, y se sorprenden ante su presencia. Unos gratamente, entre sonrisas y saludos y otros con indignación: “Go home”, dijo más de uno.
Ellos son los herederos de aquel Egipto faraónico, ellos son hoy los pobladores del Nilo.
Y uno lo recuerda de pronto cuando, obviando el hormigón y los alambres, entre las calles polvorientas, se levanta esplendorosa la Gran Pirámide para esconder el dios Sol del atardecer.
** En este enlace puede verse una vista aérea de la zona, para ver donde acaba la ciudad y comienza el recinto de las pirámides. Si se amplía ese mapa se apreciará la muralla de hormigón y el barrio al que se refieren estas líneas.
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5 comentarios:
Qué bueno.
No conozco El Cairo y lo que cuentas me parece muy interesante y revelador. Supongo que habrá algún día que la gente se cansará de los muros que crean mundos falsos, ilusiones de bienestar, de seguridad, de protección... Y los derribarán.
Un saludo, Dani
Brindemos por ello, Dani. Aunque esté lejos, aunque sea difícil. Brindemos por ello.
Un saludo,
David
Estupendo post. Y ahora voy a quedar mal con mis paisanos pero muy agusto conmigo misma.
La Expo 20008 se celebrará en Zaragoza, muchos los sabéis ya. Seguro.
Bien, cerca del centro, en el casco viejo de la ciudad hay unos letreros que hablan de proyectos fantásticos, de edificios inteligentes, de la gente que nos va a visitar. De lo contentos que debemos estar. Estos carteles y está nueva ciudad de La Expo, convive con la "otra ciudad", llena de problemas, de gente que vive en condiciones penosas y a las que se les ignora por todas partes. De izquierda a derecha, con alguna excepción. Esas otras ciudades están en nuestras narices, a nuestro lado. Y les pasa como en el post que hoy has subido. La gente no las ve, o simplemente no las quiere ver. Y las administraciones locales y estatales las borran cuando quieren de sus presupuestos.
Uffff, me he desahogado.
Qué gusto,
Un abrazo.
Hola David!!
Gracias por relatarnos tu viaje, por abrirnos los ojos a la realidad, por salir del circuito turístico, de monumento, foto, hotel.. que triste, así no me gusta viajar. Prefiero viajar como tú, saliendo del camino marcado, viendo el lugar desde distintos puntos de vistas, y de ahí luego elegir con que visión me quedo. Un viaje con ojos de geógraf@, completito ;)
La ciudad que se esconde tras las pirámides es la ciudad de los muertos o no tiene nada que ver?
Entrenomadas: Siento decirte que eso pasa en todas las ciudades del mundo, el urbanismo como herramienta de exclusión.
Besos!!
Entrenómadas, no eres la primera que me comenta esta situación en Zaragoza. Suele pasar con las ciudades que acogen la "Expo", grandes obras, infraestructuras y nuevos usos del suelo que dejan una ciudad muy bonita... pero sólo en aquellos lugares por los que va a pasar la marabunta de visitantes.
¡Paula! ¡Qué bien tenerte de vuelta por aquí!
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